Por Ricardo Bustos
Recordando al gran poeta y cantor cordobés «Chango Rodríguez», vino a mi mente una de las estrofas de su conocida «luna cautiva», cuando dice «tuve que hacer un alto por un toro mañero». Si bien es cierto, no son casos parecidos, en lo personal fue la propia vida quien me dejó sin la otra mitad por razones que la ciencia no pudo reparar.
En diez años, he tenido la oportunidad de escribir más de 5000 reflexiones que han sido publicadas por la inmensa generosidad de los responsables de medios en Argentina y América.
Cuando hablamos de reflexiones, generalmente nos referimos a un pensamiento casi lógico de lo que vemos a nuestro paso por esta vida, que en medio del barro que está produciendo la nueva tormenta cultural, va dejando hilachas de ciudadanos al costado del camino, sin posibilidades de insertarse en un siniestro sistema que va consumiendo a pobres y ricos por igual por el consumo desmedido de alternativas nocivas para el cuerpo y alma.
Familias que están desintegradas por la falta de diálogo en la era de las comunicaciones, abuelos y padres cuyos nietos no los han visto jamás madrugar para dirigirse a un trabajo, niñas que en otros tiempos aún jugaban con sus muñecas y hoy hacen cola en los cajeros para cobrar un mísero plan del estado que siempre termina en algún pañal descartable, o si alcanza, una ropa o calzado de moda, mas la infaltable cuota del celular de última generación. Por su lado los varones, vuelan un poco mas alto y con el mismo sistema, en el mismo cajero, retiran el dinero que les permitirá pagar la cuota de la moto que han comprado financiada.
Este, parece ser un sistema que a la política le rinde frutos a juzgar por la cantidad de planes que inundan el territorio nacional y en algunos casos, cruzan las fronteras de manera ilegal.
Si nos remitimos a quienes formamos parte de la enorme legión de damas y caballeros representantes de la edad abandonada, a quien gentilmente han catalogado como «tercera edad», bueno sería destacar que aquello anunciado con bombos y platillos por el gobierno, denominado «reparación histórica», al amanecer de un nuevo día, pudimos comprender que era una estafa más de las que nos tienen acostumbrados los dirigentes políticos que deciden sobre nuestras vidas y ahora también nuestra muerte.
$7,000 mensuales para que un jubilado que aportó durante toda su vida laboral, para que, algún día, a la hora del retiro, poder disfrutar de lo que el cuerpo y la mente permitan si es que llegamos mas o menos sanos a esa instancia.
En Argentina, más de 5 millones de familias pagan alquiler y ninguno de esos montos baja de $5,000 a lo que debemos sumar luz, gas, agua, medicamentos y alimentos. Bueno sería destacar que no todos los jubilados cuentan en sus hogares con el ingreso de dos jubilaciones o pensiones como para ayudar en los gastos cotidianos, por lo tanto, revirtiendo aquellos históricos años en los que eran los mayores quienes ayudaban a sus hijos, vemos que si los hay, ahora son los hijos los que tienen que contener a sus padres para que no aceleren su partida a la tierra sin mal. Es probable que alguno no conozca el verdadero significado de la palabra «genocidio», por ello es este un claro ejemplo de enterarse literalmente de su significado. En nuestro caso, mi señora esposa había iniciado juicio al Estado en el año 2009 pero, Dios decidió que no pueda ver cristalizado su sueño de recibir aquello que le correspondía y que tanta ilusión le hacía.
Casos como el nuestro hay miles pero como los millones pesan mas en la política, seguimos asistiendo a la involución de la raza toda vez que se generan dádivas populistas sin contra prestaciones que producen una enorme cantidad de jóvenes con escasa capacidad de instrucción y los resultados que a diario nos golpean el alma porque los que peinamos canas, sabemos que, lamentablemente no tienen retorno.
Así las cosas, los argentinos llenaremos las nuevas agendas de este tiempo, incorporando temas importantes pero no trascendentes y las instituciones seguirán vacías de contenido para afrontar los problemas que debe afrontar la sociedad en su cotidiano vivir, que no es poco.
Somos un país impredecible, con ciudadanos inseguros de sus actos y por eso siempre estamos esperando que otros solucionen nuestros problemas porque jamás nadie nos enseñó de que manera se resuelven cuando involucran al país como protagonista. Un alto porcentaje de egoísmo se hizo dueño de nuestras vidas y el equipo todavía no aparece porque el entrenador no sabe aún como y donde ubicar a los jugadores.